martes, 17 de enero de 2012

La extinción de los dinosaurios políticos españoles I: Manuel Fraga Iribarne


Hola gente. Cuánto tiempo sin escribir en esta bitácora. Después del atracón de WordPress que me he estado metiendo últimamente se me hace rara la interfaz tan simplona de Blogger. En fin, vamos a lo que vamos. Lo primero un anuncio a las masas para escandalizarlas: voy a suspender la sección de anime/manga. o sea, que no volveré a hacer reseñitas de series que me vaya a ver por un par de razones: la primera es que me trago tantas cosas que ni haciendo el filtro adecuado puedo evitar hablaar de lo que habla todo el mundo o de hacer más de las que querría, que siempre es tedioso y requiere un rato que no le quiero echar. La otra es que, por otro lado, si me da la neura ya no la publicaría aquí, sino en el blog de noticias koi-nya (eso siempre y cuando los redactores jefes me den su permiso, que por ahora ando subcontratado de controlador de calidad de las noticias).

Vayamos ya al meollo de la cuestión: ayer por la noche se anunció que el abuelete de la derecha "democrática" española, Manuel Fraga, falleció con la no poco desdeñable cantidad de 89 tacos. Las causas parecen ser la muerte natural, pues se andaba recuperando de un constipado que fue a más y hale, paro cardíaco y hasta la próxima. Los sentidos homenajes que le han rendido personalidades tan ambivalentes de la izquierda mediática (el historiador Santos Juliá en un artículo en el exdiario independiente de la mañana, ahora periódico global en español El País, la prensa de la clase media progre, el excomunista y economista Ramón Tamames en un programa de TVE y, cómo no, su archienemigo político por mucho que quiera encubrirlo y el que ya ha le ganado la carrera de la longevidad, Santiago Carrillo). Alto, no me malinterpreten, aún no he virado del todo a la derecha castiza de cuño liberalote y patriotero (cosa que espero no hacer al menos en muchos años. Perdón, en demasiados). Simplemente rindo un homenaje a una persona que ha terminado su ciclo y que ha sido de tanta relevancia en el último medio siglo y pico de este país que no se dice este país sino que se dice España. Es que a los historiadores nos gusta mucho la gente muerta. Son más fáciles de estudiar y al sacar las conclusiones, casi que pueden ser definitivas, ya que se ha cerrado el perímetro a acotar. Miento como un bellaco porque siempre se desclasificarán o encontrarán cosas la mar de jugosas para seguir indagando en la persona en cuestión. Pero ¿a quién le importa una crisis metodológica gestándose de manera improvisada en mitad de la noche?

Manuel Fraga Iribarne fue uno de esos personajes polifacéticos que abundan tanto en la patética historia positivista de la política contemporánea española. Hijo de inmigrantes cubanos, marcadamente gallego y de formación académica por la rama del derecho (del que llegó a ser catedrático antes que ministro, todo antes de cumplir los treinta... quién pudiera en estos tiempos que corren) y catedrático emérito de teoría del Estado en no sé dónde, se nos presenta inicialmente como ministro de Información y Turismo con mi tocayo Franco. Se le recuerda principalmente por esos primeros balbuceos de una tímida apertura en prensa y medios audiovisuales que escandalizarían a más de un cerrado de mente antes de la década de los sesenta. Luego llegaría el fomento de la costa almeriense con ese baño (¿radioactivo?) en Palomares tras la fuga atómica de unos aviones estadounidenses que la liaron a base de bien desde Rota. A posteriori, lo tenemos como uno de los padres de la Constitución todavía vigente no sabemos muchos muy bien por qué y como fundador del partido de falso centro derechoso Alianza Popular, germen del partido actualmente en el gobierno de la nación. Como no se comió un rosco electoralmente a escala nacional, se pasó a su comunidad autónoma y fue dirigente de la misma (o sea, presidente autonómico) la nada desdeñable cantidad de quince años al frenrte de la misma (de 1990 a 2005), pasando a un segundo plano como presidente honorífico del partido con sede en calle Génova, cargo que ostentaba hasta no hace mucho, cuando decidió retirarse de la vida política activa y la vida pública. Tal y como le tildan los anteriormente mencionados partidistas, fue alguien que dio pie al turnismo imperante, no estrictamente por la fundación del partido, sino por su contribución en la redacción del texto constitucional y su tendencia a dmirar a un sujeto del que, en principio y como él mismo indicaba, "no quería que se volviese a repetir" (en alusión a la política del siglo XIX en este país): don Antonnio Cánovas del Castillo. Aunque claro, tal y como reincide de nuevo el colega de profesión con mucha mejor visión y todavía mayor experiencia que yo en el gremio, quizás el amigo Felipe González cumpliese el rol canovista mejor que él, quedando rezagado a un mero Práxedes Mateo Sagasta. La verdad es que le pega más al socialista sevillano el papel de referente en el turno, sobre todo por el acento. Aun así, yo preferiría más el ceceo malagueño del que siempre hizo gala don Antonio que del acento sevillano del expresidente, exdirigente del PSOE y ahora diseñador de joyas y conferenciante a ratos. En fin, todos caudillos, salvapatrias y "barre-pa-mi-casa" (generalicemos, ¡es gratis!).

Aún recuerdo las primeras nociones que tuve de este señor. Fue leyendo un suplemento de la revista Mortadelo, en una sección de un autor que no me gustaba nada pero que tenía muchas páginas de sus viñetas. Una de esas secciones iba sobre un diccionario. En una de esas entregas, se obsesionó con Fraga comiendo garbanzos. Así que, inconscientemente ya debido a este señor cuyo nombre no recuerdo, siempre que hablan de Fraga no puedo evitar pensar o asociarlo a garbanzos. Estúpidas analogías y maldigo a mi psique por jugarme estas estúpidas jugadas.

En fin, otro personaje que nos dice adiós de manera no siempre esperada, porque vamos, después de lo de Palomares todos asumíamos que este señor iba a ser poco menos que incombustible. Ya vemos que no. En fin, se le echará de menos, don Manuel. Siempre nos quedará su portentoso y campechano "Y si se ponen tontos, les metemos un cañonazo. Y punto". Descanse en paz y no le caliente mucho la cabeza a San Pedro. Y a esperar a quién es el siguiente para continuar con esta recién inaugurada sección que he bautizado con un nombre un tanto popular. Que no del partido que fundó este señor. Ah, a todo esto, leeros el artículo de Santos Juliá. Está simpático también. Hasta la próxima entrada.