jueves, 13 de enero de 2011

La sociedad opulenta (J. K. Galbraith)

Hace tiempo ya que tengo en gran estima a uno de los más destacados economistas del siglo XX: John Kenneth Galbraith. Sinceramente, no sabría cómo definirle, pero el compromiso de sus escritos valora una importante vía al capitalismo de dicha centuria, con un mayor compromiso con el afectado negativamente por este sistema tan partidario de los fuertes. Y en una de las obras en que mejor plasma este sentimiento (y de la que, por cierto, tengo entenido que le tacharon de "rojo") es precisamente ésta: The Affluent Society.

En ella da un amplio pero divulgativo (relativamente) discurso sobre el funcionamiento del sistema capitalista a mediados del siglo XX. Realmente, en esta primera parte impone su visión contraria ciertamente a este modelo, analizándolo detenidamente. Mas realmente, lo que me interesa destacar en este sentido es cómo a través de ello llega a establecer la definición de una clase de personas que, favorecidas por este sistema, y más concretamente en el país paradigmático de este fenómeno, los Estados Unidos de América, se han impuesto como las que se aprovechan de ello a la vez que lo sustentan.

Son muchas y muy curiosas las afirmaciones al respecto que hace, sobre todo en lo tocante a varios temas como puedan ser el valor de la producción, la importancia de ciertos tipos de gravámenes impositivos en productos, el papel del Estado, la formación de esa nueva clase, entre otros aspectos que no he llegado a comprender mucho mejor por falta de bagaje en cuanto a teoría del funcionamiento económico.

De todo ello, sin duda me gustaría quedarme con unas reflexiones que me planteaba en base a lo que decía y sobre todo a un trabajo que voy a intentar realizar para una asignatura de la universidad. Lo primero y más fundamental que debemos tener en cuenta es que nos estamos refiriendo a los USA, o sea, partimos de un prejuicio de base de que esta sociedad es occidental a la par que no es europea. Bien, qué demonios estoy diciendo con esto. Pues con esto me quiero referir a que en la base de todos nos encontramos una forma de hacer las cosas que se ha contagiado debido a la inspiración no sólo anglaica (no me gusta usar el apelativo "anglosajón", aunque sería más o menos lo correcto en este caso), sino que además nos topamos con una nación que vive en una mentalidad completamente ilustrada, basada en que todo lo que proviene del trabajo de propiedad es de quien lo ha conseguido esforzadamente ya sea por su propio factor trabajo o a través de una transacción comercial. La concepción de la propiedad es acérrimo, como acérrimo es el sentimiento que tienen estas personas a la hora de obtener un bien o servicio con el sudor de su frente. Tanto vales como tanto te lo curras. Es muy calvinista esta concepción. Como calvinista es la ideología que predominó y triunfó a lo largo de la historia de esta nación, la posiblemente más vieja del mundo (si entendemos nación por algo como lo que yo entiendo, o sea, algo radicalemente distinto de lo que cualquier nacionalista entendería como tal). Démonos cuenta de que la gente que vino a este vergel norteamericano fue gente muy vinculada al mundo del capital, trabajadores que con sangre, sudor y lágrimas montaron un país a base de sobrevivir a su hostil clima y a sus hostiles pobladores, a los cuales ahora han desplazado de todo mérito posible (y eso es otra cuestión de la que daría para hablar, pero no es el momento). Así pues, tenemos a una trabajadores humildes huidos de la señorialista europa en la que los vagos están bien vistos y los curritos están bien jodidos. Y los vagos lo tienen todo y los curritos, poca cosa o las ricias. Y esto en la incipiente (bueno, ya no muy incipiente salvo honrosas excepciones) mentalidad burguesa que viene despertándose desde la época bajomedieval es una putada. Así que hagamos las maletas y vayámonos a nuevos lugares más molones. Tanto que hasta los vikingos se pasaron por allí (y para que molasen más, ahora necesitaría también tener zombis, pero esto no es Haití).

Una vez se han asentado, independizado y organizado, estas gentes se pelean por cosas superadas en esa realidad que han abandonado tales como la esclavitud. Aquí surge el que sin duda es el gran trauma nacional yanqui: la población de color, los habitantes con derecho a ser libres pero ni vecinos ni con más derechos (otro apartado del que ya nos explayaremos largo y tendido otro día). El hombre blanco se ha apalancado en un sitio que está de maravilla para vivir, con una tierra fértil plagada de recursos y de tamaño king size. Así que aprovechémonos de ello y hagamos un país potente que, tras caérsele un trozo, se implanta lo que podríamos denominar como un sistema de desarrollo capitalista de aúpa. Y así, con sus ciclos de crisis y todo (como teleológicamente previenen las doctrinas marxistas), nos damos cuenta de que tenemos ante nosotros una nación llena de individuos que trabajan por y para su persona. Y la carencia de ese apego al corporativismo clásico del Antioguo Régimen que rechazaron de plano casi desde el establecimiento de los primeros colonos ha generado una mentalidad que podríamos definir como absolutamente liberal. Y con absolutamente me refiero en prácticamente todos los sentidos de la vida. Es tan liberal, que duele hasta verlo: la concepción de la propiedad es lo más sagrado(y se declaran un país laico...).

Esta sacralidad del esfuerzo a cambio de la propiedad es lo que imbuye el funcionamiento de la vida del ciudadano estadounidense medio. Así pues, confía en su propia iniciativa y en la iniciativa privada de los demás individuos para sustentarse en comunidad. "Tú haces esto, yo me dedico a lo otro. Y yo te cambio lo otro por esto". Así es como el olibre mercado funciona, pero con el factor equivalente. De lo poco que recuerdo de cuando estudiaba economía en el instituto es del coste de oportunidad. Esto consiste en que el valor gastado en una cosa podría ser utilizado en adquirir otra cosa, siendo una alternativa de gasto entre una cosa y otra. Así formamos correlaciones. Explicado con dinero de por medio quizás sea más fácil de entender al darle un valor estándar a las cosas, así que haced el esfuerzo o buscadlo en la Wikipedia.

¿Y a santo de qué viene todo este discursito tan árido y desagradable que me acabo de marcar? Pues muy fácil: qué pinta en todo esto papá Estado. Papá Estado es un padre en toda regla y quiere mucho a sus hijos. Tanto que se desvive por ellos. Pero claro, un padre tan protector acaba causando a los pobres hijos, una vez entran en esa rebelde edad de la pubertad, una necesidad de independencia y privacidad. Así que papá Estado, que ha estado cumpliendo todas las necesidades de sus vástagos finalmente acaba por desengañarse con sus hijos, los cuales no quieren seguir siendo tutelados por ellos, y prefieren alcanzar el éxito individual o toparse con su derrota por sus propios medios. "Eso sí, dame veinte pavos que voy a salir esta noche", dice antes de marcharse, y papá, orgulloso de la decisión de su nene, se los da. O se los debería dar, pero no tiene suelto porque la iniciativa individual de su nene origina que no recaude fondos, o que los nenes se opongan en rotundo a darle parte de su esfuerzo para que pueda pagarles no ya caprichitos, sino en teoría necesidades básicas de las que tienen derecho. Y es aquí donde entra en juego esa paternalista forma que Galbraith defiende pero que a su vez los neoliberales tachan con un nombre que suena batante mal: neofeudalismo.

Neofeudalismo vendría a ser algo así como una vuelta del intervencionismo estatal en la economía de mercado. Así, mientras los contribuyentes pagan un alto aporte de lo que obtienen como beneficio de su actividad, tienen derecho a eso que, pagando más, obtendrían a cambio del trabajo de otros dedicados a ello. Sí señor, nos referimos a los servicios. Para que todos mis niños tengan acceso a una buena educación, seguro médico, transporte y demás, pues vamos a poner todos un poquito de nuestra parte y a hacer una colecta común para vuestros hermanitos necesitados. Y la respuesta por parte de los individualistas hijos es "No". Así de claro y rotundo. La importancia del valor de cada cual es trascendental, y el que no puede con ello o no tiene la capacidad suficiente pues que acarree las consecuencias de su propia incompetencia. Así funciona el sistema: los fuertes que tienen oportunidades subsisten los condenados al fracaso por carencia de oportunidades y medios se quedan al margen. O bien son desplazados por algún factor condicionante por parte de los que pueden (o han conseguido poder). A qué me recuerda esto... Es pura ley de la selva.

En esta selva del libre mercado, subsiste el que es más avaricioso. Y luego va y se le da un papel importante a esto a la producción. La producción, pues, es la base, es fundamental. Es lo que se genera del trabajo, es mi moneda de cambio, es lo que me da mi valor como persona individual e independiente dentro del conjunto. Si no produzco, no soy nada. Pero la producción tiene una condición: la necesidad. Si yo produzco algo que se necesita, mi valor incrementará. Aquí y ahora es cuando actúan las reglas de la oferta y la demanda, o bien la estrategia individual: quien crea una necesidad y crea algo para satisfacerla es sin duda el gran triunfador en esta jungla. De ahí el valor tan importante de la producción, pero ¿conviene ir más allá de la demanda? El stock tampoco es algo beneficioso, pero menos beneficioso es dejar colgada a toda esa gente que te exige una necesidad que o bien es innata o bien les generaste tú. Y hasta aquí hemos llegado.

Supongo que a estas alturas ya todos nos hemos hecho una idea de cómo va la cosa: si vales te metes, si no te quedas fuera. Y si no queremos que valgas, te echamos de una forma sutil pero coherente con este funcionamiento. Y es a estos desplazados a los que deberíamos calificar como pobres. Aquí ya me hago una primera idea de que el concepto de pobreza se genera en este marco. Y de esto trata grosso modo (espero) mi trabajito en cuestión. Lo comparto con vosotros porque me apetece soltar un buen ladrillo inaguantable y de paso dármelas de marisabidillo en cuestiones económicas de las cuales, realmente, no tengo ni pajolera idea. Así que si hay incoherencias o gazapos de tamaño colosal, acháquese a que soy un (sub)producto de la LOGSE. Pero eso no me quita mis inquietudes para con el mundo de ayer y de hoy. Y es que no hay nada casual, como dice don Aarón Cohen. Y así vemos como esta pescadilla que se muerde la cola nos ha puesto donde estamos debido a su funcionamiento especulativo y a la producción fantasma que genera esos fenómenos paranormales que insistimos en denominar como economía. Y así va el mundo, basado en esas hostiles leyes de oferta y demanda a través de las cuales se puede justificar que hay todo este paro porque la gente no busca trabajo. Y a quienes han realizado este estudio, les han dado un Nóbel de economía. Luego recuerdo que me explicaron a qué se debía esto y casi que parece coherente, pero suena demasiado interesado. En fin, soy un escéptico con muy mala formación de base y muchas ganas de meter el dedo en la llaga. Porque a fin de cuentas, así van las cosas.

Y ésta es mi percepción del mundo y un "resumen interpretativo" de lo que me ha supuesto, con mis escasos conocimientos sobre teoría económica, historia económica de los EEUU y antropología social. Diría algo así como "espero no haber sido un coñazo", pero no quiero engañar a nadie. Me apetecía disertar. En fin, debería estar estudiando... Hasta la próxima, internautas.

jueves, 6 de enero de 2011

Katanagatari


Pues mira tú si ha sido breve el asunto que aquí estamos de nuevo. A falta de una buena cosecha este año que nos acaba de dejar (que realmente, la habido, aunque escasa, para variar en el mundillo este), pues aquí nos ponemos con una de las series del año, y nunca mejor dicho, porque han tardado todo el año en emitirla. Nos topamos con otra adaptación de una de las novelas ligeras de NisioisiN, que todos recordaremos como el autor de aquella tan coreada en su momento Bakemonogatari ( y que el mariquita de darklink17 nos ha estado traduciendo en su incipiente fansub).

La cosa va de una chavalita, la estratega Togame, a la que el shogún le encomienda la tarea de recuperar doce espaditas de un artesano tarumba de hace unos siglos. Pero no son doce espadas cualquiera, son doce espadas especiales por sus características (y porque, conforme va avanzando la serie, vemos que no todo son exactamente espadas o lo que se entendería como concepto normal de "espada"... qué inductivo me ha quedado todo esto). Así que para cumplir su misión, va a buscar al último descendiente del clan Yasuri, el cual maneja una técnica de combate llamada Kyôtôryu, consistente en utilizar el cuerpo a modo de espada, creando al combatiente que lo usa en espada. Así, se hacen amiguitos y van luchando contra personajes de lo más varipinto para conseguir su propósito. Con esta premisa, se nos desarrolla una serie en donde las conversaciones son el punto fuerte, más que nada, porque no se callan ni debajo del agua. La primera premisa es pensar que, en una supuesta serie de acción como ésta, tanto diálogo apenas tendría cabida, pero qué va, todo lo contrario, le dan sin parar a la sinhueso. Y la verdad es que son muchas conbversaciones en las que dicen mucho sin decir nada, pero ahí precisamente reside mucho del atractivo, no ya de la serie, sino quizás del propio estilo de Nishio Ishin.

A través de esta búsqueda, se desarrollan doce capítulos de composición más o menos similar, donde nos topamos con toda clase de personajes, de lo más variopinto: desde un clan de ninjas que recurrentemente aparece a lo largo de toda la historia hasta la antagonista de Togame, cuyo subordinado Emonzaemon mola mucho; pasando eso sí por todos los portadores de esas extravagantes armas que han de ir recolectando. El desarrollo de la relación entre los dos personajes principales sin duda es otro punto fuerte pese a ser en algunos sentidos típica, pero en otro también muy entrañable y curioso. Además, la trama se encuentra llena de giros argumentales, algunos realmente impactantes. Además, se acmpoaña todo de un estilo ciertamente minimalista y una animación de muy buena calidad, además de con aportes bastante simpáticos a la hora de narrarnos muchas situaciones y acontecimientos. En general, es uno de los platos fuertes de este año que ha acabado, sin duda prácticamente un imprescindible.

Pues con esto y un bizcocho acabo lo que serían las reseñas navideñas. No las he hecho antes por pura perrería. Incluso quizás haga alguna más, pero no sé si merecería la pena, porque tampoco es que haya nada más que decir al respecto. Simplemente, recomendaros todo esto. En fin, nos leemos en próximas entradas o divagaciones. Hasta otra.

Rebelión en la granja (G. Orwell)


Antes de nada, feliz año nuevo a todo el mundo. Ya tocaba después de mes y medio retomar esto. Pues raro en mí, he decidido romper mi (estúpido) tabú de no leer más de dos o tres novelas al año. Así que me toca empezar ya con todas esas que dejé colgando por una razón u otra. Y ésta es una de las primeras, más que nada, por cortita. Contaminado por toda la parafernalia de estudios de violencia (popular) reprimida con más violencia (estatal), pues qué mejor manera que leer esta curiosa a la vez que desgarradora y cruelmente verdadera visión del funcionamiento de una revolución (en este caso, metáfora más que evidente de la rusa) a modo de fábula. Porque, empecemos a puntualizar, es una fábula. Los animales hablan, actúan y son los protagonistas. Además, tiene un alto contenido moralizante y una enseñanza que transmitir. Es como las de Esopo pero trasladada a la primera mitad del siglo XX, esa gloriosa época de decadencia europea que tanto me fascina por su pensamiento negativo justificado por los dos mayores acontecimientos bélicos de la historia de la humanidad.

Nos encontramos en una granja cualquiera de la Inglaterra de esa época. En una noche como otra cualquiera, un cerdo promulga un discurso que cambiará la mentalidad de si no todos, la gran mayoría de los animales: no pueden estar supeditados al hombre. Así, provoca una reacción en cadena: los animales se levantan contra la opresión de sus dueños hasta hacerse con la granja, siguiendo una serie de ideales simplificados a manera de "Cuatro patas sí, dos patas no", como balan sin cesar las ovejas. Así, estos animales comienzan a organizarse en la granja con la colectivización de la producción, a defenderse de la invasión de los humanos... y empiezan a surgir las diferencias. Tras la muerte de Mayor (el gran cerdo que incitó a los animales a encontrar sus derechos, al que yo veo como una especie de Marx-Lenin) antes de iniciar la rebelión, toman el poder dos inteligentes cerdos (Snowball, más reformista y dedicado a solucionar los problemas, desde la perspectiva de Orwell es un Trostky) y Napoleón (más autoritario e impulsivo, evidentemente, un Stalin). Así, mientras se peleaban por esto y por aquello, finalmente toma cartas en el asunto el cerdo Napoleón y obliga a Snowball a marcharse. Desde entonces, impone mano dura en un gobierno de cerdos en la granja, que acaba desembocando en muchos problemas y donde los pobres animales son seducidos con promesas y convencidos de que las cosas marchan bien porque los cerdos así lo dicebn. Y no es más que una excusa para mostrar lo aprovechados que son esos cerdos para con el resto de sus semejantes. Así, van progresivamente dándose títulos, beneficiándose de las circunstancias y cambiando todos los ideales que en un principio tenían todos.

El mensaje del libro es sin duda alguna desolador. Pero la maestría y la desfachatez con que los símiles se ven y con la crudeza con que se muestra, lo directo que es, sin duda sirve para reflexionar sobre los errores que por aquel entonces (hacia 1945) el régimen de la URSS estaba implantando en todo su territorio y de una forma expansionista. Esta fábula es una metáfora del régimen estalinista, con un dirigente, un querido líder, del cual sólo puedes apreciar lo súmamente pérfidas que son sus intenciones de fondo aunque intente camuflártelo. Aparte de esto, se pueden encontrar con todos los personajes y situaciones símiles más que contundentes con todo lo que ocurría en la Rusia sovietista. Aunque unos son, sin duda, más directos que otros.

Este libro es una locura, es una cosa que conforme vas leyendo, más pena sientes. Es la historia de una frustración, el avance de algo que pudo ser pero que no fue. Sin duda es desalentador, y si me ha resultado terrible es en el sentido de su propia terribilidad. Cuenta sucesos muy tristes, tristes pero que es así como funcionan las cosas, sin que nadie haga nada por cambiarlo, bien por apatía, porque está bien como está, porque le conviene esa situación o porque te convencen de que dicha situación es la correcta, o que las cosas son como son y ya está. Demasiadas relecturas. Mucho más podría sacar de esto, pues conforme iba leyendo iba percátándome de muchas cosas, la explicitez de la obra es uno de sus rasgos más característicos sin duda, contundente como ella misma. Se nota que este hombre pasó por lo que pasó durante la guerra civil española (recordemos que el POUM, partido con el que simpatizaba, era de corte trostkista). Sin duda no habrá que perderle la pista. A ver qué tal están Homenaje a Cataluña y 1984. En fin, no me explayo más, que como he dicho, son muchos los puntos que se podrían comentar al respecto, pues cada frase prácticamente es digna de un comentario por sí solo. Nos seguimos leyendo, espero que en breve...