jueves, 16 de septiembre de 2010

200 años del Grito de Dolores

Rara vez me da por hablar del aniversario de algún acontecimiento, pero es que da la casualidad de que este año he estado llevando a cabo unas pesquisas en relación a esto. Resulta que, referente a mis lecturas veraniegas, tal y como comenté, anduve liado con los asuntos de un artículo de investigación que he de realizar a lo largo del curso y empecé con ello este verano. Tal artículo versa sobre movimientos sociales en la época de la independencia de la Nueva España. Así que me puse a leer esa historiografía oficial y tradicional sobre el asunto para ver si me aportaba algo referente a esto. Poca cosa, pues esa historiografía de lo que versa es de un fuerte componente político y económico, siempre presentando a los "héroes nacionales" como tales, hablando del desarrollo militar y político, basado en conjuras, alzamientos y luchas fraticidas entre los partidarios del rey, los partidarios de una buena administración y los partidarios de la independencia de las naciones de nuevo cuño que estaban por aparecer a lo largo de los dos tercios inferiores del continente americano (o sea, Centro/Mesoamérica y Sudamérica).

Una de las figuras más vitoreadas en este respecto sin duda es la del párroco de Dolores de aquel entonces, Miguel Hidalgo y Costilla, un sacerdote criollo ilustrado que fomentaba la culturización del indio (curioso fue leer en una obra de Halperin Donghi sobre cómo llevaba a cabo representaciones de obras de Moliére en nahua con los indios como protagonistas). Además, estuvo vinculado a una serie de sublevaciones y alzamientos que fueron rápidamente sofocados por la oficialidad ante la permisividad del virrey Iturrigaray, el cual fue depuesto por los realistas debido a su trato favorable a la autonomía del virreinato de Nueva España. Así, llegó al poder el virrey Apodaca, un realista que no permitía a los criollos apoderados influir en el devenir político a pesar del apoyo que se llevaba a cabo desde la península por la Junta Central y sus recién inauguradas Cortes. Viendo que nada más a través de las armas podría llevarse a cabo dicho lñevantamiento, el 16 de septiembre de 1810, a "grito pelao" en el mercado de su comunidad, el párroco fomentó la rebelión contra las instituciones peninsulares alabando la figura del Rey y de la Virgen de Guadalupe. Logró adherirse unos 20.000 campesinos y mineros en principio, los cuales ascendieron para la toma de Guanajuato y otras plazas simbólicas hasta 80.000, de los cuales la mitad desertaron en la batalla del Cerro de las Cruces, frente a Ciudad de México, replegando ante éste al ejército sublevado, mal armado e indisciplinado a pesar de su exceso de cañones, frente a las tropas oficiales de los generales del virrey. Así, a principios del año siguiente, el cura Hidalgo y algunos de sus lugartenientes fueron apresados en Coahuila y fusilados en Chihuahua, exponiendo sus cabezas como trofeos de guerra en el mismo lugar en que, unos meses antes, habían llevado a cabo una matanza indiscriminada de criollos y peninsulares (unos 300) en la alhóndiga de la ciudad de Guanajuato.

Cabe así empezar a analizar las relaciones políticas, sociales y económicas que a raíz de una crisis de subsistencia, que genera un food riot (como aquí en España el de Esquilache en 1766, bien estudiado por Pierre Vilar en un artículo publicado en la Revista de Occidente, por ejemplo) a grito de "¡Viva el rey y abajo el mal gobierno!", una constante en la sublevación popular de tradición hispánica a partir de la segunda mitad del siglo XVIII especialmente. Así, vemos cómo se trasloca por necesidad a otros lugares, como ya se ejemplificó con otros movimientos, como el de los Misioneros del Socorro en Paraguay o la revuelta de José Gabriel Tupac Amaru en Perú durante la época mencionada. Tras el vacío institucional en que quedó la península, el mito del rey invisible, propagado por México a modo del viaje fantasma del rey a lo largo del país en un carruaje oscuro, fomentó la creencia popular de que no se había abandonado a su suerte a los súbditos. Y vaya cómo nos salió luego al que llamaban "El Deseado"... pero eso es otra historia. Mención especial a la dificultad de la situación política también, con una minoría criolla en la administración local americana (en general), siendo la carrera de los peninsulares en América premiada con acceso al Consejo de Indias, digámoslo así, como un ascenso de categoría en la burocracia del Estado imperial español. Así, los funcionarios de justicia (oidores, alcaldes del crimen y jueces en las audiencias sobre todo) eran principalmente de origen peninsular, fomentando la sublevación de la que, por ejemplo, ahblé antes a pesar de la permisividad que algunos altos cargos de la administración (y en última instancia, hasta el virrey José de Iturrigaray, ya mayorcete) daban con respecto al acceso de los criollos al cargo, cuya venta fue, desde tiempos de los Austrias menores, la manera de acceso más eficaz a las instituciones.

Muchas cosas que me dejo en el tintero y mucha morralla que se habla y se hablará en estos días al respecto, pero de ahí a considerar que Hidalgo pretendía generar una nación independiente... Vale, puede sentarse un precedente, pero este hombre, más que otra cosa, lo que consiguió fue que se le fuera de las manos una masa humana que sólo quería comer (pues las malas cosechas hicieron que el precio del maíz se disparara) y a la que realmente poco le importaba la nación (es más, en la matanza de la alhóndiga de Guanajuato, poco distinguían entre criollos y peninsulares, lo que provocó el miedo de estos sectores y la nula adhesión de los mismos, hasta llevarlos a perseguir este movimiento, fallando uno de los principales objetivos del cura ilustrado). El miedo les hizo perder una oportunidad, y su gran descoordinación e indisciplina otra. En herencia, nos han dejado la imagen romántica de este personaje, al cual he empezado a tener un especial cariño, y del cual parece ser que el mejor retrato realizado hasta ahora es el de Hugh Hamill, elaborado en los años cincuenta del siglo pasado. Extensa bibliografía y ríos de tinta han corrido sobre el tema, desde los más clásicos de la perspectiva liberal del diecinueve de Lucas Alamán hasta la vertiente historiográfica de la "historia desde abajo" del profesor Van Young de la Universidad de San Diego (el cual tiene una monumental obra que debería leer en algún momento). Luego ya, a través de esto, se pueden llegar a entender los fenómenos posteriores que desembocarían en otro episodio, cuyos protagonistas serían el general realista Félix María Calleja (que llegaría a virrey) y el cura mestizo José María Morelos, propulsor de la constitución de Apatzingán de 1814. Pero eso ya será otra historia que comentaremos dentro de unos años, cuando toque, si es que aún profeso cierto amor a esta etapa.

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