domingo, 25 de abril de 2010

Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton

Para empezar, normalmente suelo poner el cartelito de la película en cuestión a la que suelo dedicarle una entrada. Esta vez no será así por apreciaciones personales: la estética me ha parecido horrorosa en general (en especial de los protagonistas y particularmente del esparpajo esperpéntico que llevaba Johnny Depp, de lo que despotricaré seguramente después).

Pues con nada mejor que hacer una tarde noche de sábado (bueno, sí: tres trabajos para la universidad) pues unos amigos me han sugerido la opción de escaparnos al cine. Y claro, ¿qué tocaba ver? La peli de moda, la nueva de Tim Burton. Parece ser que no escarmentamos con Sweeney Todd (que personalmente, también me pareció ponzoñosa. Es más, en su momento cuando la vi ni siquiera se me ocurrió dedicarle una entrada aquí. Bueno, ésta tampoco se la merece, pero es que me apetece muy poco ponerme manos a la obra con los judíos del siglo primero), pero siempre gusta repetir errores pasados. En esta ocasión, refrito de la novela homónima del matemático inglés de seudónimo Lewis Carroll. Libreadaptación del señor Burton, que parece que desde que hiciera Big Fish no ha levantado cabeza. Estará en uno de sus periodos coyunturales.

En fin, la cosa va de que Alicia vuelve al reino de Oz... perdón, al mundo de las maravillas y se lo encuentra desolado (sólo en parte, o sea, cuando interesa) y el sombrerero loco es un Johnny Depp hasta el culo de maquillaje (quedando esperpénticamente mal, sea dicho de paso) y mucho efecto especial para engatusar las miradas de los aficionados más acérrimos, a las quinceañeras goticuchas y a algún que otro espectador de sorpresa fácil. Ambientándolo a una versión light de lo que acostumbra con su siniestro estilo, es más bien acaramelada, siguiendo la estela de sus obras coloristas aunque intenta darle un toque de macabredad (el que suele darle a todas sus películas, y que consigue con mayr o menor éxito según el filme). Así, la película es una mera excusa para hacer un alarde de efectos especiales y que la gente lo recuerde por eso. Mero tirón publicitario de "postavatar". En fin, escenas a patadas que sobraban, y para ser relativamente corta, se ha hecho basatnte densa, larga y pesada. Aparte que tratar de hacer un juego a lo "Señor de los Anillos" por el final... Vamos, Eowyn contra el Rey Brujo casi que parecía el desenlace (y si es verdad que al Galimatazo le pusieron la voz de Cristopher Lee en la versión original... deben rodar cabezas). En definitiva, ha sido un filme para el olvido destinado a un público muy acérrimo a la filmografía de este oscuro director o bien para gente de escasa edad o bien de menor inteligencia aún (o que pretende dar muestras de ello).

Metiéndonos ahora en la parte aburrida de mis comentarios (ya podéis desconectar en masa, se acabó "lo interesante"), nos dedicaremos a deconstruir ciertos aspectos de la película para intentar darle algún tinte productivo (basándonos en lo que a mí me resulta "productivo" en este tipo de cosas). Hay poca cosa que sacar en este episodio más de exprimir los bolsillos ajenos por parte de Burton y su prostituido muso destinado a su público de siempre en una de sus películas "infantiles" (como Pesadilla antes de Navidad, pero sin ser ousum. No sé si me explico). En fin, de este subproducto hollywoodiense con toda su prensa alrededor nos podemos meter un poco en el mundo del imaginario romanticista burtoniano (me niego en rotundo a calificarlo como gótico, mi concepción del mismo es otra radicalmente distinta a la que la gente utiliza normalmente para definir a algo como "gótico") pues en cierto sentido no tiene mucha más miga el asunto. Vemos cómo de nuevo aplica en escena esa estética decimonónica que tanto gusta de hacer gala, supongo que de nuevo más por influencia de E. A. Poe que de otro. Es curioso ver que mientras se desarrollaba la peli, unos típicos versos de construcción lingüística inglesa (desde que en una conferencia sobre Tolkien me comentasen el uso de recursos literarios a través de juegos de palabras, empiezo a buscarle más los tres pies al gato, y sinceramente, creo que Carroll es otro ejemplo de esta tergiversación de la lengua), recordé unas hermosas ilustraciones de Max en su álbum La biblioteca de Turpin (como todo lo que hace este autor, una recomendadísima lectura de uno de los grandes del cómic español), con lo cual empecé con expectativas de encariñarme con algo de la película. Craso error. Los efectos especiales acabaron por consumir la esencia de la historia y todo se redujo ad absurdum a una sucesión de hechos caóticos que pretendían narrar una historia de cómo el pueblo de Nunca Jamás... perdón, el País de las Maravillas contra su despóica reina. ¡Muerte al mal gobierno, viva la Reina Blanca! En fin, un mensaje más subversivo que el de la Biblia (algún día tendré que reflexionar sobre esto, y espero que no por una conversión espiritual...). Vamos, que venía a decir que los rojos son violentos y malvados porque tienen un dirigente que está más cuajado que Patapalo y pretende cortarle la cabeza por capricho a todo sólo porque le saca de sus casillas. Y además, con complejo por deformidad. Ya sabéis, niños, la diferencia es mala. Lo blanco bueno. Qué deconstrucción más violenta podría salir, y no la opción transmoderna que nos ofrecían los elaborados efectos especiales de Avatar.

Pues eso, que tengo que ponerme con los judíos. Nos leemos en próximas entradas.

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