martes, 22 de diciembre de 2009

Avatar: bichos azules con mucho tonalli


Ya tocaba ir volviendo a las andadas. En esta ocasión, bajo el título de moda que se gasta Jame Cameron después de sus once Oscars con Titanic. Y sí, el hombre que nos ha dejado perlas como Terminator no se había puesto tras las cámaras desde entonces. Ahora nos soprepnde con un filme moralizante y efectista, una vanagloria de la tecnología digital que perfectamente podría haber quedado mejor, según mi humilde opinión, en dibujos animados directamente. Y es que más que una película de acción real, parece eso, una cinta de animación.

En el año dos mil ciento y pico, la humanidad ha hecho lo que está haciendo con su planeta pero claro, sumad 100 años (si es que llegamos) a la situación actual. El caso es que, como en Gundam, se crean colonias y naves espaciales para atravesar el universo y llegar a un planeta en plan selva salvaje en el que abunda el coltan espacial, la madreselva y un sinfín de bichejos, entre ellos unos larguiruchos azulados en plan tribu amazónica. Pues los humanos molamos tanto que, a base de ingeniería genética, logramos elaborar un proyecto de investigación para hacer a esos humanoides artificiales y conntrolarlos mentalmente a través de nuestra potencia y la fe en el progreso (más optimismo tecnológico en bandeja, por favor). Así que un marine cuyo hermano espichó hacía poco, inválido y cazurro, se embarca en el desarrollo de dicha iniciativa y, sin preparación alguna, recibe un tipo azul y larguirucho. Se integra con una tribu autóctona y, a pesar del rechazo que sufre al principio, se acaba haciendo de los suyos. Pero claro, los humanos somos garrapatas para todo. Así que los marines toman cartas en el asunto y deciden derribar el lugar en el que habitan los larguiruchos, se cepillan a medio poblado y luego claman venganza, batalla épica y final feliz. Entre medias, abuso de moralidades ecologistas a saco y estereotipos trilladísimos en cuanto a personajes y desarrollo del metraje.

La película en sí, todo sea dicho, no vale un carajo. Por muy cara que sea, no vuelve a ser más que contar la historia de siempre, con el aliciente de que su estreno coincide con la cumbre del clima esa de Copenaghe que no ha valido más que para ver que se sigue dando colchón de conformidad a los países pobres para que no revienten pero se les sigue comprando la mierda que se expulsa a la atmósfera para que no se sigan desarrollando y las potencias occidentales y occidentalizadas se puedan seguir nutriendo económicamente. Es el círculo vicioso que ha servido para sustentar el sistema y no conseguir el objetivo primordial que debería ser ante todo eso, primordial, no porque haya una preferencia concreta, sino porque o lo acatamos o nos jodemos. Y no creo que la gente esté por la labor de mudarse a Marte a sobrevivir en cúpulas (volviendo de nuevo a trillar esa tesis de oprimismo tecnológico que ya no se cree ni el Tato).

En fin, vayamos, después del venazo crítico, a lo que más le gusta a la gente que lee estas entradas: el análisis comparativo y los retorcimientos mentales que sólo yo puedo sacarle a este tipo de cosas. Analizándolo desde una perspectiva historiográfica ecléctica fruto de pocos años aún de estudio (y pésame decirlo, pero absolutamente influenciada por una ideología posmoderna radical) pues podemos equiparar este capítulo del cine, el más caro hasta el momento, con los típicos procesos de conquista, con su resistencia y su alegato insaciable del "vive y deja vivir" que este paradigma de la globalización ha consumido en casi la totalidad del mundo. Partiré desde un caso que tengo ahora muy de moda en mis debates con la almohada: el proceso de la conquista americana. Sí, la del siglo XVI, sin ir más lejos, es un ejemplo perfecto de lo que podría asumirse. Claro está que una colonización del tipo anglosajón quedaría mejor al caso, por la absoluta aculturación que se pretende vender y tal, pero es que la similitud a los pueblos prehispánicos que habitaban el continente americano lo veo más acertado, pero también es que conozco mejor ese caso y, qué demonios, me encanta ese tema. Podría equipararse a cualquiera de las tribus del Amazonas, pero con un componente ideológico bastante similar al que nos topamos en las civilizaciones mesoamericanas (de las que he acabado teniendo un mejor conocimiento antropológico). Nos encontramos entonces en este punto con un mundo vinculado a lo natural: todo esta entrelazado con todo. La relación existente entre este pueblo de larguiruchos azules con rostro y gestos gatunos no es más que una idea de lo que estas poblaciones (o al menos de lo que se tiene constancia de ellas) entendían por unidad con el medio: las divinidades en las civilizaciones mesoamericanas representaban el culto a lo natural, ya fuera a la lluvia y el agua, al viento, al fuego, al maíz, a la muerte... La típica reacción mítica ante lo que no se sabe de su origen. Este pueblo adora monoteístamente a una sola entidad que engloba todo eso: las plantas, los animales, etc a través de una conexión permanente entre todos los elementops del medio. Y así es como funcionan. El caso es que un buen día llega el elemento extraño: el extranjero venido de muy lejos para hacerse con el oro. En este caso, el coltan espacial cuyo nombre en la peli no recuerdo. Así que nada: sometimiento, aculturación y explotación. Eso sí, antes los acojonamos, como el divino y extremeño Quetzalcóatl cuando llegó a Tenochtitlán y empezó a tirar las estatuas del templo de Huitzilopochtli por ser una herejía contra los designios del Señor. Las comparaciones son odiosas, pero también vemos cómo, a falta de unos tlaxcaltecas a los que unirse, los conquistadores ven su trasero pateado ante la combinación de fuerzas de toda la naturaleza y los tiparracos azulados. Bonita elegía a que no debemos interferir en las culturas primitivas ajenas, a lo sumo enviarles a un antropólogo y que, a través de un método comparativo a la Binford con los inuits, se analicen sus costumbres y sus modos de vida.

En fin, lo que hace el aburrimiento... Es que tengo el ordenador en el taller y me toca tirar de divagaciones para sobrevivir. Bueno, al menos así se adelanta trabajo, que estas navidades tengo lo no escrito para currar y pasármelo pipa. Aunque poco hemos adelantado estos días. En fin, felices fiestas a todo el mundo si no llego a escribir nada por aquí estas navidades (a lo mejor, si el señor Feyerabend no fuese tan sumamente denso en sus exposiciones sobre los escasos conocimientos de óptica de Galileo y la poliopía de Kepler...). Pues eso, que a pasarlo bien, no atraganntarse con los mantecados y las uvas, y recordad dedicarme un brindis (de anís si puede ser, por la nostalgia de Basti).

3 comentarios:

LoTuS dijo...

Creo que este post ha subido el listón en cuanto a gafapastismo en tu blog.
O eso, o la falta de costumbre de leerlo, ante el miedo que dan la mayoría de las entradas con sólo mirar el nombre.

No sé si en esta situación lo que corresponde es una felicitación o darte el pésame...

el hilo rosa dijo...

bueno, habrá que verla para tener opinión propia, pero visto lo visto...

Djevel dijo...

Ciertamente, ha subido el listón del gafapastismo, y por eso, aunque no estoy de acuerdo en todo lo que has comentado respecto a la peli (más divagación que comentario xD), me ha gustado xDDD

Las divagaciones gapastistas me matan, no puedo evitarlo xD

Felices fiestas pero no, no brindaré con anis, con cualquier cosa menos anis.