viernes, 6 de agosto de 2010

Toy Story 3: Pixar es para niños mayores


Hacía la tira de tiempo que no me daba por irme al cine solo. Es más, hace más de dos años. Y es que si no hago esto, no veo las películas que quiero ver, porque ya me ha pasado en más de una ocasión. Así que aproveché el día del espectador y la sesión cada dos horas del cine Madrigal (al cual hacía eones que no iba, posiblemente desde los quince o dieciséis años. Creo que la última película que vi allí fue Isi Disi, así que echando cuentas. Aparte de conservar buenos recuerdos de otras muchas películas que fui a ver de canijo, como Jurassic Park 2, Antz o las dos primeras de Shrek, entre otras que ahora mismo no recuerdo) por tres eurillos el día del espectador. Y pensando que no habría ni perry, resulta que muchas familias se trajeron a los chavales a ver la película, pero como todas las de Disney (al fin y al cabo, es lo que es).

Teniendo el hype de todo tipo de comentarios, sin haber visto la segunda (sólo a cachos sueltos), con tan buenas, no, magníficas sensaciones que me dejó Wall-E (y todavía no he visto Up... merezco un castigo ejemplar) y con el lejano recuerdo de la primera, pues me dispuse a verla. Y la verdad es que a cada película se nota la mejora. Empezando con uno de los excelentísimos cortos a los cuales Pixar nos tiene acostumbrados (en esta ocasión, titulado Día y Noche), hacía boca muy bien.

Empezada la película, cabía esperar lo que me encontré, una consecución de desencuentros que acbaría por dejar en una guardería a los juguetes protagonistas. A partir de ahí, sensaciones de nostalgia combinadas con el humor característico marca de la casa. Se desarrollan los acontecimientos y una mayor explosión de sensaciones que van degenerando hasta una agonía que difícilmente los críos que ven ex novo estas películas pudieran comprender. Sin duda, está destinado a niños mayores, a gente que lleva más de diez años esperando a ver la continuación de una saga a la cual se le tiene un inmenso cariño. Yo no recuerdo cuándo estrenaron la primera, pero sí que fui a verla al cine en familia siendo un pequeñajo de unos siete u ocho años, no más. Y claro, ver años después las situaciones en que se encontraban los entrañables personajillos en la recta final de la película es un atentado contra los sentimientos de esas generación que crecimos acompañados por ellos. De ahí quizás su genialidad a la hora de orientarse hacia un público crecidito y que ha padecido lo mismo que se muestra en la película: que crecemos y vamos desplazando a nuestros antiguos compañeros de juego, nos vamos de casa y abandonamos las costumbres que antaño teníamos para dar paso a otro mundo, el de la madurez.

En este bonito relato vemos cómo se echa de menos lo propio, es más bien una sucesión de despedidas y de empezar de nuevo, ya sea en un ámbito distinto para dedicarte a tu trabajo. Al menos ése es el rol que desempeñan los juguetes protagonistas, contado muy bien, con una excepcional animación 3D (a la que el estudio nos tiene ya malacostumbrados) y un lujazo a disfrutar como un crío. Una película más para nostálgicos y que se dedica, sin duda a todos los que en su momento vimos (y sin duda disfrutamos) la primera película hace ya tanto tiempo, para emocionarnos y de nuevo ganarnos.

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